sábado, 10 de diciembre de 2011

La ley de la omertá (sigue el paréntesis eliminatorio)


El fútbol peruano está herido de muerte, dijo el oráculo de Delfos vestido con impoluto terno negro, camisa blanca y omnipresente gorrita de Umbro en la testa.  Para que no queden dudas de que su cabeza está cien por ciento en la selección (aunque hay datos que sugieren que sus mayores ingresos en el país de la mazamorra provienen de la publicidad, como Cristiano Ronaldo, digamos).

Desde su llegada al Perú los medios han cerrado filas detrás del mago como si fueran un puño, una misma trinchera o la logia de los búfalos mojados.  Nadie cuestiona, nadie critica, nadie reflexiona más allá de si los cuatro fantásticos deben jugar juntos o alguno debe ir a la banca.  Nadie se pregunta por qué un ex equipo millonario que suele en los últimos años disputar la baja y que precisamente esta temporada la salvó ganando puntos en la mesa (ya no será millonario pero pobre sí que no es), es decir, un equipo cuyos jugadores han tenido un paupérrimo desempeño en el campeonato, que en circunstancias normales hubiesen llevado a su equipo a la segunda división, aporta la mayor cantidad de jugadores al seleccionado patrio (más que Alianza y más que Aurich, que nos guste o no, disputan el título nacional).

Lobatón, Vílchez, Revoredo, Yotún, Advíncula.  Jugando juntos en su equipo hicieron los méritos suficientes para que su club se vaya directo a la segunda.  Los puntos ganados en la mesa (si por encima o por debajo, no me compete decirlo) lo salvaron.  Y el mago los premia con una presencia permanente en la selección.

El silencio de los medios es inexplicable.  Los elementos del rompecabezas están servidos.  Júntese un técnico polémico que aparece en la tele más como modelo publicitario que como entrenador de fútbol, uno o más empresarios con naturales intereses económicos detrás de ese entrenador y de algunas supuestas “promesas” del fulbo peruano, y algunos dirigentes que comparten tales intereses, revuélvase bien y tendrá una selección nacional donde no están todos los que son ni son todos los que están.  O donde juegan siempre los 5 fantásticos de un equipo que debió descender.

El silencio, la omertá, impide a los periodistas siquiera sugerir que algo raro se cocina.  Incluso después de que un dirigente de aquel equipo que merecía el descenso haya salido a declarar que tal y cual han defraudado porque se esperaba que al estar en la selección su nivel subiera y pudieran ser transferidos al extranjero.  Es decir, a declaración de parte no están en la selección porque su nivel fuera el meritorio para llegar a ella, sino al revés: están en la selección para que adquieran el nivel y la publicidad necesarios para facilitar su transferencia.  En mi pueblo eso se llama chanchullo, negociado, jugar en pared.  Pero nadie dice nada, porque son once los que juegan, pero sabemos que atrás de ellos tenemos 30 millones de peruanos alentando sin parar, y nadie quiere quedarse sin su entrada, nadie quiere que le cierren las puertas de la Videna, nadie quiere perderse la primicia del próximo “me tienen podrido” del viejito cascarrabias que combina gorrita Umbro con blazer Ives Saint Laurent.

Así no vamos a ir al mundial.  De repente Advíncula o Yotún lleguen a jugar en Brasil (es decir, si Jorge Soto o Marko Ciurlizza lo hicieron, tampoco es que sea tan difícil llegar a ese mercado ni se necesita tener un empresario cuasi genio como el que colocó a Roberto Silva en el fútbol alemán).  Pero como selección clasificada al mundial de ninguna manera estaremos.

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