Nunca es tarde para corregir un
error. Con mayor razón cuando la
conducta por rectificar es nociva, perniciosa y continua.
No se entiende cómo una
administración temporal que pretende ser transparente recontrata a un sujeto
que fue despedido en el año 2012 por su nefasto desempeño como entrenador del
primer equipo merengue. ¿Qué méritos ha
acumulados Del Solar en los últimos 2 años?
¿Qué títulos ha ganado? ¿Qué
nuevas experiencias como entrenador ha adquirido? ¿Qué estudios ha realizado? ¿Qué prácticas ha efectuado? Sigue siendo el mismo entrenador sin ideas,
sin variantes, sin táctica fija, sin patrón de juego, sin mensaje distinto para
sus jugadores del “muchachos, hagan lo
que saben”.
Si la “U” está en una crisis de
resultados (13 partidos sin ganar, 8 perdidos), se necesita un técnico que
tenga capacidad para revertir una situación crítica. ¿Cuándo ha hecho eso Del Solar? Si precisamente fue despedido en el 2012 por
hacer pasar a Universitario por su peor crisis deportiva de los últimos 20 años
(5 partidos oficiales perdidos de manera consecutiva). Realmente no se entiende la decisión de
recontratarlo.
Las explicaciones, entonces,
deben ir por algún otro lado. ¿Intereses
compartidos? ¿Venta de jugadores? ¿Seudo representación de futbolistas? ¿La administración temporal no cobra, como
retribución por sus servicios, un 5% de los ingresos de Universitario? ¿Eso no incluye venta de jugadores? Y si el técnico tiene relaciones fuera del
país, ¿eso no facilita la venta? ¿El
incremento de los ingresos? ¿Las
comisiones por fuera? No son
afirmaciones, sino meras preguntas que alguien tiene que responder. Los socios y los hinchas de Universitario nos
merecemos respuestas claras, no poses para la cámara.
La temporalidad en la
administración de los clubes en crisis buscaba desprender el manejo
administrativo de los clubes de las anquilosadas manos de quienes se sentían
dueños de las instituciones (y que metían mano donde no debían). Cuando esa temporalidad se convierte en
perpetuidad, los defectos naturales del ser humano van apareciendo. Una vez que conocen el negocio, aprenden cómo
se maneja y descubren los vacíos legales, la ética desaparece. Finalmente, en el Perú en fútbol no es
negocio. Salvo para quienes lo
administran (y para quienes encubren sus verdaderas intenciones bajo un buzo de
DT).
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